martes, 6 de mayo de 2008

LA MECEDORA

16_04_1997

¿Que será esto que siento? ¿Será desilusión? Me encuentro yendo y viniendo con una visible ansiedad latente. Tengo deseos de irme y a la vez de permanecer, dividida mi alma; cada una de las parte jalando la razón con fuerza atroz hacia su verdad, deseos de huir y de permanecer me estresan, sabiendo que no llegaré esta noche a dilucidar este asunto lo suficiente como para cerrar los ojos y descansar esta agitada conciencia; se que esta noche, cualquiera sea la decisión que tome, si es que acaso me arme de valor y opte, no llegaré a satisfacerme lo necesario como para cerrar los ojos y dormir. Noches llenas de contradicción. No es culpa de nadie, aunque probablemente no sea una cuestión de culpas y de a ratos me esmere en encontrar culpables; así es como generalmente las cosas suceden… siempre un poco de confusión se arraiga como la maleza, confusion que ennegrece y levanta neblinas que ocultan la sencilla solución,las respuestas, entorpeciendo la percepción, empastando el egranaje que alimenta la maquinaria viva del dia a dia. Estoy sorprendido, demostrando esta sorpresa con un gesto que veo reflejarse en el vidrio de la ventana detrás de la cual me encuentro narrando, una mueca austera hay en mi cara. Verme a mi mismo me inspira una lánguida apatía esta noche cautiva. La trinchera es el hogar, un refugio. ¿Por qué me resguardo? Siento como se descomponen las ideas esclarecidas, aunque no fueran estas precisas y acertadas de antemano. Un café frío, el apetito desenfrenado. Tomo una larga ducha sentado en el piso de la bañadera, dándome el chorro de agua contra la espalda y la nuca, en el rostro de a ratos, cuando alzo la mirada oculta detrás de los parpados protegida. Estoy limpio de hedores de ciudad y de su clima alcalino, a oscuras en un colchón sintético cubierto con sabanas perfumadas de jabón, ahí estoy, seria es mi expresión, como la de todos cuando duermen y aun no sueñan, sobre el cielo raso el reflejo de la luna rebota, y las ramas de los árboles viejos y grotescos se golpean entre si, la casa entera cruje como una rotula extenuada y seca.

Veo el cielo y pienso que hasta las estrellas caen después de brillar. Alucino insectos cerca de mí, cucarachas, “debe ser el recuerdo de la ciudad” me repito; la costumbre de a poco va apabullando al temor. Sin ronquidos, sin el calor de un cuerpo cercano… ¡De vuelta a las pistas!

Falleció. Lo lamento muchísimo (decía la señora). Sucedió ayer por la tarde mientras observaba el ocaso como todas los días, sentado en su mecedora desde que te marchaste. Ayer la puesta del sol fue la más formidable que jamás vio; al menos eso me dijo... casi masticando las palabras al pronunciarlas, saboreándolas, haciéndolas vibrar al nombrarlas; meciéndose, adelante y atrás, con un vaivén casi hipnótico que me obligaba a apartar la vista. Entré a la casa a buscarle un vaso con agua, y al volver ya no rechinaba su silla. Ni siquiera se si me pidió el agua. Recuerdo como me miró directamente a los ojos, dulcemente, consintiendo mis miserias me miraba, si es que acaso las poseo, consolándome dulcemente me miró a los ojos sonriendo sutilmente, lleno de elocuente sensibilidad muda, con el rostro incandescente, magnánimo. Fui adentro y al volver ya estaba opacándose. Inexpresivamente inmutado. Falto de toda esa bondad innata que yacía vivaz en su mirada.

Creo que murió maravillado por alguna revelación que se le hizo presente, el halo iridiscente que lo abandonaba cuando moria me hace pensarlo, evidenciando algo supremo. Quiso decírmelo pero ya había enmudecido al encontrarse incapaz de explicar lo que experimentaba, supongo... La felicidad lo abrumó de repente, asestándole un golpe directo al corazón, partiéndoselo, deteniendo el constante flujo que da vida.

Cuando lo trasladábamos encontré este mensaje para ti en uno de los bolsillos de su chaqueta, termino de decir la señora. La mujer que atendia a mi abuelo extendió la mano lentamente, y yo, el recien llegado, tomé la nota que llevaba mi nombre en uno de sus pliegues.

Abrí el mensaje y este decía:

-“Ocupa mi lugar en esta mecedora, contempla la nada y todo lo que eres capaz de interpretar en las imágenes. Yo vendré a ayudarte. Al descubrir lo que ansío descubras, estoy seguro que tu joven corazón resistirá, y entonces, si tienes verdaderamente el valor que considero posees, tal ves puedas trasmitir cual fue mi función como persona, y la tuya, en este mundo lleno de personajes”-

La mujer que cuidaba a mi ermitaño abuelo quiso saber que seria de ella en base a estos nuevos acontecimientos. Obviamente, tuve que prescindir de sus servicios. Si acaso iba a someterme a una mecedora, porque entendia que para descubrir lo que el padre de mi padre me sugeria debia imitar su conducta, su estilo de vida, no deseaba tener contacto alguno con ninguna persona, no necesitaba charlas matutinas triviales, ni que me trajeran agua cada vez que me viera sediento. Deseaba estar completamente solo, más aun.

En el recuerdo quedaban registrados mis días de reclusión en medio del océano. Abandoné aquella isla negra para remediar errores aquí, librar de suplicios, de tormentos; aunque cabía la posibilidad de que (los dolores morales) solo sean suposiciones formuladas desde la lejanía. Admito que nunca consideré encontrarme con esta situación, ni tener que enterrar a mi abuelo, sin poder decirle antes adios en su lecho de muerte.

Mi regreso pretendia redimir cargas ajenas tal vez engendradas por mis propias antiguas actitudes. Me encontré sobrecogido de pronto por una especie de compasión carente de remordimientos, aunque inducida por mi mismo. Aburrido de esa permanente búsqueda (espiritual) que según el ánimo que reluce, inspira una relevancia virtuosa y nos enorgullecemos. Las búsquedas, creo, según el ánimo que reluce, son refugios que nos asilan y albergan calurosamente el alma y hacen del paso de los dias una lucha exploratoria que incita a mas, o totalmente a la inversa, cuando de lo que se pretende hallar depende nuestra permanencia (según fragilidades) y continuidad.

La búsqueda continuaría igualmente para mi, ya que morbosamente necesitaba saber si era posible regocijarme en la fortaleza que lo que hasta el momento descubrí me había otorgado.

La sirvienta se despidió; no quiso que la acompañara, se negó rotundamente. Besó mi mejilla y emprendió la marcha por el camino de tierra que daba con la ciudad. Mientras se alejaba, su figura se distorsionaba considerablemente, y cuando llegue casi a convencerme de que era un fantasma, giró en torno a donde me encontraba observándola, y completamente difusa, como un tipico espejismo danzando sobre la linea que marca el horizonte del desierto caluroso, entendí que levantaba la mano, tal vez para saludarme por última vez, o simplemente indicándome cual era el sitio a donde se dirigía en caso de necesitarla. Luego me fue imposible distinguirla, ya no estaba su pequeño contorno en medio del árido camino. Ahora estaba solo, aqui, solo en el umbral de la casa, y cerca mío, la mecedora, estática, inerte, pasiva; sopló un viento de repente mi cara y mis ropas, la silla se meció suavemente aunque enfática en su movimiento, y tuve miedo.

08_10_1999 (un sueño)

Me vi empapado, como una medusa flotaba rodeado de un paisaje oceánico azul. Desde abajo observaba profundas y gigantescas cordilleras con sus picos incandescentes sumergidas. Volaban tiburones por las cumbres. Los rayos del sol penetraban la superficie y se multiplicaban diseminándose en todas direcciones y sentidos. El sol era una mancha propagada esfumándose rojiza en el centro, difundiéndose hasta desaparecer, amorfo y sobredimensionado, como un planeta raro nunca antes visto. Estoy sentado en uno de los extremos del valle coralino que se despliega majestuoso a mis pies. Otro como yo más adelante arrea cientos de caballitos salvajes de mar, salvajes de instinto nosotros dos, impasibles y bellos. Huyendo diariamente de las redes que las embarcaciones lanzan sobre nuestras cabezas, redes que pretenden salvarnos de la asfixia. Vemos un mensaje subliminal, y percibimos algo extraño. Vemos pasar a las bestias que no anhelan solamente alimentarse, esas bestias quieren siempre algo distinto de lo que aparentan, y nosotros dos, salvajes y tranquilos porque sabemos que la simulación es un arma de doble filo, y sin caretas nos encontramos inmersos. Despierto y amanece..

Los días pasaban y yo observaba como el tiempo transcurría; vi los astros moverse por este enorme y profundo cielo campestre, sentí el calor de los días, el frío de la noche y viceversa. Vi el rocío escarcharse sobre la hierba, sobre los arbustos, sobre las flores, lo vi convertirse en pequeñas gotas de agua nuevamente y deslizarse por las hojas. Sentí la humedad sobre mis hombros, en mis huesos. Me perdí dentro de neblinas matinales cegadoras que desde el suelo se alzaban como en cuentos de terror, tenebrosas y densas. Vi caer frutos de los árboles y contemple como algunos eran devorados por las jornadas, por el paso mismo de las horas, de los dias, si antes no eran hallados por insectos o alimañas de la zona. Vi como algunos pájaros aprendían a volar, dibujando extrañas figuras en el cielo, la suciedad se acumulaba a montones en la casa. Sentí hambre, cansancio, dolores abdominales; tuve deseos sexuales, picazón, ganas de soñar mas intensamente; me sentí sucio, esquizofrénico, limpio, armonioso, inútil, estúpido, lloré a causa de mi soledad y también disfrute de ella equitativa y cuantitativamente, la balanza del bienestar siempre sumando fichas por la felicidad. Experimenté un sentimiento de odio peligroso, sentí rencor, enfado, amor; me creí bondadoso, caritativo en mi pasado. Me avergoncé de mí, me alegré de ser lo que soy… Los días pasaban y yo veía y sentía como el tiempo transcurría indetenible, y sobre mi, como un hechizo macabro, las ideas nunca determinaban su concepto.

28_05_2000

Ritmo angelical. Advertidamente atolondrado. Hay un llamador de ángeles colgado de una carcomida viga en la entrada de la casa que las termitas devoran diariamente, esa pobre viga no resistirá mucho tiempo más la presión. Oigo el aleteo de los seres alados somnoliento en la mecedora, llego casi a percibir un resplandor; llamador de ángeles funcionando su sistema gracias a la brisa fresca otoñal, celestiales sus sonidos, invocan seres que solo pude imaginar. Visiones llenas de poder y perplejidad emergen ante mí. Repentinamente, me descubro sorprendido a causa del trasfondo irresoluto de lo que ahora siento, como si aquella neblina lugubre de pronto se disipara por completo, y entiendo la vida como una mágica existencia, un regalo, pero a la vez, no logro deshacerme por completo de todas estas ideas que constantemente me recuerdan y me dicen: ¡vivís en una época que trata de hacerte creer prescindible!!!

¿Si me rindiera quien alentaría y vanagloriaría mi ego con la simple intecion de ayudarme? ¿ Cuantos huirian desconcertados? Trato de sonreír dentro de la sepulcral oscuridad contemplativa que me somete y me juzga, me condena, mi ciclotímica conducta así lo amerita. Necesito una dosis eterna de carisma, si es que acaso la actitud pudiera sintetizarse. ¿Quien verá brillar la lamina que recubre mis ojos cuando veo lo que decís y me escucho interpretando lo que observo? Una dosis superficial, quizás un vapor, una esencia que me invada el corazón; un motivo mas que me haga brillar y que la alegría centelleante pase como un cometa por delante de todos los que hasta el hartazgo maldicen. Aunque me encuentre solo tal como ahora me encuentro, tratando de encontrarme, lograré ridiculizar estas ideas muy pronto. Un motivo y una esencia necesito, un vapor, un motivo, tal vez dos… Borracho me adormezco, borracho muero, drogado de razón

Excursioné los alrededores realizando lo que creía actividades antroposóficas. Me emborraché frecuentemente hasta que se acabo el dulce néctar que volvía algunos días más soportables. Fácilmente podría haberme procurado algún nuevo elíxir aunque inutil era seguir ocultandome de mi mismo. Llené todos los cuartos de humo mientras me mecía. Transcurría satisfaciendo los deseos espontáneos (de toda índole) que iban surgiendo producto de la actividad de la mente y del organismo. Por momentos me creí demente, indomesticable e insurrecto. Me extravíe y me reencontré en reiteradas oportunidades; sentí la resaca que provoca el extravío de la propia esencia (desorbitante). Conté migas de pan. Deambulé soñando despierto en constante trance tarareando canciones viejas. Dejé la casa llena de surcos por los que transitaba absurdamente pensando en lo que perdí, lo que gané, lo que estaba perdiendo aún. Rogaba sentir esa remuneración animica, al culminar, que me libertaría.

12_07_2001

Hoy desperté suponiendo una relación… Si de lo que veo surgen los deseos, la fantasía suelta sus riendas y vuela, se adueña de mí, me incita y acorrala susurrando sospechosa. De la sana envidia a la acción y una vez en movimiento del accionar a la obtención, ese es el ritmo que bailan los modernos. ¿alguien envidiara lo que soy, lo que pienso, mis razones? Me siento casi listo después de experimentales incursiones, algunas tan insípidas y frías como un par de ojos negros mirando hielo, otras tan excesivamente llenas de sentimentalismos que parecíamos actores de una opera, recuerdo... Hoy me siento casi listo, al punto que me animaría a pretender (en un futuro cercano) a que el deseo se prolongue y alcanzar unidos sin pensar en finales ni tristes ni emotivos una ilusión duradera. Que el erotismo nos perfume al recordarnos, incinerándonos piel contra piel al reencontrarnos, y un día despertarte con un beso, abrazada acariciándote, diciendo las palabras exactas requeridas envueltas para regalo con un enorme moño violeta decorando la emoción serena y cristalina que el paquete guarda en su interior, y regalarte esa emoción. Una ilusión que permanezca, un mutuo consuelo calido y eterno, y la permisión de estáticas ausencias irreprochables, cediendo a oscuras, o dentro del resplandor penumbroso y placentero tono rojizo que varias velas encendidas nos otorguen iluminando este cuarto, algún incienso arrinconado, consolándonos recíprocamente como miembros de un clan de naturaleza desvergonzada e incontenida, sospechando, y el instinto avalando convaleciente las sospechas. Mismos instintos, mismas pasiones, las importantes, lo efímero se deshace ante nosotros, y lo trivial solo nos entretiene. Brisa fresca refrescándonos entre las sabanas contaminadas de pasión, y con nosotros el anhelo de hacer eterno ese momento.

Nos veremos nuevamente a solas muchas veces, con nuestras velas y nuestros aromas y nuestros silencios saturados de dialéctica razón, sin olvidarnos nunca de la vasta metafísica que nos envuelve y de la que disfrutamos a pesar de todo, sabiendo que desgarrados de ella somos domesticables como ovejas arreadas y estupidizadas en una región donde abunda la lana y escasean los pastores. Un aullido electrónico resuena, psicopaticamente. Bajo un cielo anaranjado puntiagudas como rayos las esperanzas chispean y nos pican desesperadas de reconocimiento; las reconocemos y las despreciamos cobardemente a causa de su mundano carácter, porque a ninguno de los dos nos enseñaron hasta que punto trasciende lo que poseemos, nadie nos hablo del instinto negado. En algún momento nos enojaremos por ello, no ahora ya que seguiremos aprendiendo el uno del otro; quien estudia por placer dispone de la vida entera para capacitarse, relajémonos, gocemos y escuchemos las campanas y veamos el vuelo de las mariposas..

Harto, una madrugada templada y lunarmente iluminada, encaré la senda que la sirvienta había tomado cuando se marchó. Sabía que el sendero culminaba en la ciudad, y caminando ese camino, fui en contra de todos mis principios tan arduamente idealizados en todo este tiempo de busqueda, mis “dogmas dérmicos” asi es como solia decirles, tan pegoteados en la piel como brea derretida bajo el sol. Dejé esa lámina de piel donde llevaba siempre como sanguijuelas las cosas en las que creía por entonces colgada en una percha a la intemperie, con la vaga esperanza de que al regresar el viento la hubiese sacudido y vuelto más soportable. Ilusiones…de eso nos alimentamos.

Después de andar largo rato, siempre con la mirada fija en el horizonte, quise saber como se veía la casa desde la distancia. Giré hacia ella y me sorprendí al descubrir que esta no estaba. Quizás no la veía... pensé. Me llamaba mucho la atención el hecho de que la arboleda que la circundaba si estaba allí, y noté que los árboles, comparables en tamaño y dimensión con la casona de mi abuelo, eran visibles aún desde una distancia mayor. Permanecí observando absorto un momento hasta que decidí trepar un álamo que se erguía al costado del camino, solitario como yo, para poder ver desde un punto mas elevado. Ascendí hábilmente sujetando rama tras rama hasta llegar a la copa del frondoso y corpulento árbol, me abracé fuertemente al tronco ya que el viento azotaba esa tarde, flameaba con el árbol, como una bandera enroscada en un mástil, creyendo que el árbol y yo éramos, por un momento, uno solo; miré nuevamente el horizonte y la casa no estaba donde debería, devastado bajé de las alturas, y con los pies nuevamente sobre el suelo, emprendí la marcha de regreso mirando fija y concentradamente la tierra seca, resquebrajada y agrietada del árido camino. No tuve demasiado tiempo para asustarme por completo, al punto de sentir pánico, pero admito que el miedo se hizo presente de una manera extraña, casi bizarra y fabulezca. Continué caminando abstraído largo rato, atravesé la arboleda y al levantar la cabeza, apareció primeramente la mecedora, gloriosa, corroída también, luego me concentré en el resto de la casa, estático mi cuerpo, vi su fachada descascarada pidiendo a gritos una mano de pintura, sus escalinatas, el umbral, el porche, sus ventanas, toda ella erguida como un gigante en medio de la nada. Fue entonces cuando me invadió el horrible temor certero de que se si me marchaba nuevamente, aunque fuese tan solo un instante, la casa se desvanecería completamente y yo perdería la oportunidad que tan lúdicamente me había sido concedida. Semejante subjetiva reflexión me hizo recordar el estremecimiento que me producía de niño, imaginar que dentro de mi placard habitaban horrendos seres fantasmagóricos que noche a noche confabulaban para secuestrarme mientras dormía con el fin de llevarme a su mundo donde no había nadie a quien asustar (creía que los monstruos se alimentaban del miedo ajeno). De chico, solo con gritar, mi madre acudía temperamental a consolarme y en medio de la oscuridad me hablaba, casi susurrando, mientras me acariciaba tiernamente y yo pronto me sentía seguro y protegido de toda maldad que pudiera dañarme. Pero aquí, en medio de esta desolada noche lunarmente iluminada, sabía que mis gritos de espanto eran inútiles, pero a pesar de saberlo, no pude evitarlo; grité hasta que mi voz se colapsó, hasta que el aire se extinguió en mis pulmones, mudo de fatiga con la garganta roja e irritada, y cuando ya no me oí mas, aunque en mi inconsciente continuaba haciéndolo y oia aun el grito, escuché de pronto infinidad de sonidos que se montaban y se superponian entre si, era la naturaleza que hablaba, cantaba, susurraba, y mis miedos entonces comenzaron a disiparse. Susurró la naturaleza y de pronto como cuando era niño, me sentí seguro. Sonaban grillos, sonaba intermitentemente el viento rebotando en mis orejas, la brisa constante y algunos pájaros noctámbulos; sonaban pasos en la hierba, millones de hojas estimuladas en los árboles colgadas, sonaba un arrollo golpeando y acariciando piedras en su descenso, los peces motados en la correntada; sonaba mi respiración y mi corazón; escuché murciélagos chillando hambrientos, polillas, insectos, oi roedores cerca mio, recorde a mi madre y me sentí seguro. Me tranquilicé paulatinamente en la medida que mi mente de a poco se despejaba con esfuerzo. Recordé a la sirvienta, y sentí un beso en mi mejilla, recorde a mi abuelo y senti una caricia en mi cabeza, recorde a mi padre y senti una mano en mi hombro. Caminé hacia la mecedora y caí casi desplomándome sobre ella. Estaba contemplativamente sedado, imaginativamente ausente observando, con los brazos en reposo, sentado, como si estuviera reinando despreocupado mis territorios. Sin ejércitos ni súbditos obsecuentes que me idolatren confundidos ignorando. Soñando un atardecer, bronceándome y sudando saladas gotas. De frente al sol de la tarde, buscando los hilos que lo sostienen y que poco a poco van dejándolo caer sobre el horizonte. Limonada tibia en un vaso cerca de mí, tabaco, cerillas, cedas; hojas frescas, hojas secas. Remolinos de erosión y sedimentos volatiles alzandose y desapareciendo. Un recuerdo, tal vez dos.

13_07_2002

Comenzar siempre infunda de alguna manera ciertos temores, y a medida que indetenible y sincronizado el tiempo transcurre, un enigma va adoptando cada vez mas realismo, y sus fundamentos, definida prestancia e interés personal. Mi sensatez dibuja con excéntricos trazos una pintura mental que, al ser finalizada, será la imagen que constante e inamovible marcará y deparará en post de una contemplación racional cotidiana las pautas que definirán mi conducta, un equilibrio balanceado entre el bien y el mal, la tristeza y la alegría congeniadas e infinitas antípodas que la dialéctica resguarda en forma de abarcativas palabras que significan, con su sencilla fonética, amplias y diversas lecturas emotivas y descriptivas.

La simpleza me complace, la sencillez cada día lo alegra convirtiendo las jornadas en algo sagrado, mis sueños planean y se bifurcan mostrándome nuevos caminos y mas sueños y proyectos nacen. Uno de esos caminos descubiertos será el que seguiré, tal vez no hasta su final, ya que mientras lo transito quizás una nueva brecha se habra, o un atajo lo cruce, quien sabe… Aquí me encuentro ahora, yla vida esta llena de quizas, de tal vez, de dudas y lo acepto.

Sigo con la mirada una bolsa blanca yendo y viniendo constantemente, jugando, divirtiéndome, desplazándose por todo el parque. Vino un momento después (la bolsa blanca de nylon) a restregarse contra mi pierna, empujada por el mismo viento que balanceaba la arboleda más atrás. Una ráfaga hizo que la bolsa se metiera a la casa por la pequeña apertura que había entre la puerta mal cerrada y el marco. Quise ir tras ella, pero al tratar de levantarme de la mecedora, senti como mi cuerpo temblaba, incontrolable, levitaba. Pude permanecer de pie hasta que una correntada de agua negra comenzó a ascender velozmente desde el estomago hacia mi cabeza inundándola súbitamente. Me inundo la garganta y escupí negra la saliva, llegó a mis ojos y lloré amargas lágrimas negras, invadió ese torrente mi cabeza y consecuentemente mis pensamientos se volvieron oscuros. Caí de costado en cámara lenta, secuencialmente; desplomado sobre las baldosas coloniales del porche, desmayándome concentrado en un color feo, vacío, eterno, oyendo el acorde agudo de un violín. Sopló otro viento potente y como a la bolsa, me arrastro por el pequeño espacio que dejaba la puerta entreabierta; el viento hizo que voltee, como si me hubiese sujetado por el hombro y luego jalara suavemente, acompañando constante mi liviandad por el aire, aplastándome después, dejándome fino como una hoja de papel y soplándome al interior de la casa por la pequeña abertura. De pronto la secuencia se repitió, antes de verme dentro de la casa otra vez comenzaba a sonar ese triste violín pero esta vez vi toda la escena desde fuera de mi cuerpo, de aquel cuerpo aplastado que giraba. Estaba parado espectralmente a un lado de la puerta. Observaba absorto como todo se repetía de nuevo, miraba detenidamente, pude verme también sentado en la mecedora, dormido, con una mueca de incertidumbre evidente. Cuando desperté recordé ese extraño sueño negro, y no pude encontrarle una explicacion.

¿Hasta que punto la fantasía transgrede la realidad y usurpa su lugar? Moebius onírico. Soñando dentro de los sueños, sin saber cuando realmente estoy despierto, lúcido concientemente ubicado en el tiempo y el espacio en el que me encuentro, sonámbulo. Tal vez todo sea mera ilusión, los recuerdos, la infancia, las emociones, los sabores, la esperanza, los conocimientos, los anhelos, el amor; todo mera ilusión. Últimamente más y más imágenes observadas y pensamientos furtivos están penetrando la zona en mi cabeza donde se almacena lo absurdo. Quizás sea la falta de credos. Quizás la fantasía este abarcando mas de la cuenta, y el miedo… ese fantasma que te hace abrir bien los ojos y te sume en la cautela para evitar el desastre que fracasar implica, de cometer errores, porque uno nunca quiere equivocarse, y paradijicamente es obvio que no se nace sabiendo y es el error el que deja marcas mas profundas. La prevención es un amargo condicionante, me resguardo en mi ideal.

Todos los procesos que realiza mi mente, apartando aquellos que están programados en la maquinaria que somos, son solamente, en definitiva, palabras sonando abstractas y ridículas. Mi hábitat, el vacío tan lleno de nada donde se escuchan muchas risas hipócritas. Se que obviamente es conveniente reír, por el bien de uno mismo, aunque este rebosantemente lleno de existencialismos, porque el humor y el drama facilmente pueden confundirse.

La mecedora esta llevándome a un lugar del que seguramente no haya retorno. Cada vez falta menos, lo siento venir y estoy preparado para comprender, mi corazón esta latiendo, y mientras el ritmo no cese en mi pecho, voy a reírme a carcajadas a metros del desastre, aunque humildemente conmovido.

Hace meses que no pronuncio palabra alguna; creo que he pasado a experimentar una forma diferente de razonar. Racionalizo utilizando un lenguaje más simple y audaz, concreto aunque dimensionalmente abarcativo.

Una idea me ha conmovido… “El hombre desconoce y no explota esa virtud innata que marca la diferencia”

25_01_2004

Había olvidado que antes de crecer era una persona sensible dotada de la visión tranquila y ubicada, una persona sin paranoicos pensamientos de persecución, de entendimiento exacerbado, creía que comprender marcaría radicales cambios en mi; ahora se que son solo espejismos lo que se aprecia y se percibe con la mirada, y cuando uno participa, no desde un punto cercano, ajeno y aparentemente distante de las situaciones, sino puntualmente como constructor y guía de los senderos que transita el dialogo, mas contundentemente asfixiado de espejismo mi ser moría. Me recuerdo desenvolviéndome curioso y empiezo a emocionarme sugestivamente, por que mi propia naturaleza así lo expresa. Fácil es tropezar y cada mes más arduo resulta erguirse, levantarse, recobrar la actitud fortalecedora y convincente manera de enfrentarse a lo cotidiano. Preocupado por lo que solo son un montón de pasivas imágenes fugaces que despliegan sus colores y contrastes lumínicos y gestuales para llamar mi atención ansiosa y deseosa de esclarecimiento mental, de certezas; imágenes que en su momento no comprendí como ahora. Miro el sol de una tarde que se despide momentáneamente. Mi piel antes blanca y ahora morena guarda el recuerdo de la armonía regalada y agradecidamente percibida, agradezco siempre a pesar de todo. También hoy brotaron semillas que con meticulosa dedicación germine en un húmedo frasco recubierto su interior de algodón. Sembré los brotes en una maceta marrón de barro horneado vieja que hace unos días encontré en un sucio rincón. Las plantas crecen llenas de verde vida, fotosintéticas jornadas alimentaran su follaje joven y diminuto, yo estaré aquí para cuidarlas y verlas desarrollarse.

Tal vez ya sea un ser invisible desde donde tu te encuentras; invisible, como si estuviera apretado dentro de una multitud que levanta los brazos. Quizás ya no exista, de hecho, estoy seguro que he mutado, pero sin espejos en esta casa, solo puedo contemplar mi imagen en los reflejos naturales; el tacto me dice también que algo ha cambiado. Soy como esta extraña y aislada casa que propone el descubrimiento de un enigma; invisible pero real, como el aire que respiro, como el dios al que le rezas, conmovedora es esta inexistencia. Absorbido en combate. Quien no busca no encuentra. Tratando de reencontrar la esencia olvidada, despojandome para ello de mi educación inculcada, de mi cultura sin mitos ni credos veraces repugnantemente asimilada, mirando atardeceres desligado de mi mismo, a punto de culminar, invisible, con una vacante en el cielo. Ya no existo como antes, soy un anhelo alcanzado, un idilio quebrantado. Camuflado contra idiotas, un idiota camuflado. No soy, y ya no estoy muerto y río, meciéndome satisfecho, consagrado, victorioso y complacido. La sabiduría desterrada de la lógica, mientras atravieso mi destino tan omnipresente y fastidiosamente fluyendo inadvertido, ya no me siento esclavo de el, sino que me considero afortunado por el, mi voluntad desintoxicada es ahora mi guía. La sabiduría desterrada de la lógica. Impulsos. Enamorado, con una montaña de motivos resistentes a la erosión que el dolor carcome. El silencio del hogar, o las voces de la familia recordándonos a cada momento que estamos en casa. Alejado de la maldad. Un estallido, un aullido electrónico latente, sonado cuando encuentra el momento indicado, salvándome, readaptándome, alejándome para disfrazar la tormenta, los rayos, y detrás del aullido siempre el sol o la luna para iluminar. Benditas iluminaciones, benditas las luces estroboscopicas, mientras haya luz y el día divida a la noche naceré. Música al abrir los ojos, de vuelta al estado de conciencia, música en todo lo que hago. Bailo por dentro, danzo de una manera que tal vez tengas la suerte de aprender si buscas lo que he encontrado. Recuerdo que sin esfuerzo no hay logros regocijantes. Suspiro, como un hombre que sentía pavor agazapado, y de pronto se encienden las luces y todo queda olvidado, así suspiro, vislumbrando lo que soy… simplemente un hombre.

Atardece otra vez.

-“Ocupa mi lugar en esta mecedora, contempla la nada y todo lo que eres capaz de interpretar en las imágenes. Yo vendré a ayudarte. Al descubrir lo que ansío descubras, estoy seguro que tu joven corazón resistirá…”-


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